A buen ritmo
Junto con zhangHERO y chenMeng nos encargamos de unos veinte orcos en poco tiempo, pero no dejaban de reaparecer. Durante el tiempo que dejaban entre cada una de sus reapariciones avanzábamos lo más posible o aprovechábamos para recuperar el aliento.
La enana era de aspecto adorable, pero había logrado protegerme. Había traído bastantes pociones. Quizás sería mejor decir que, a pesar de haber traído tantas, no iban a ser suficientes.
zhangHERO había venido únicamente a darnos soporte y hasta tenía pensado irse una vez nos diera mejoras para la pelea con el Orgo Gigante. Las cosas tampoco habían salido cómo él esperaba. Aún así, era reconfortante saber que después de tanto tiempo, si seguía con nosotros, era porque se estaba divirtiendo.
Yo empezaba a quedarme sin maná y, para ser honestos, no aportaba suficiente daño. Me dediqué ser señuelo y a curar de vez en cuando a Won Lei.
Él, por su parte, no hablaba. De alguna forma había encontrado el ritmo para esquivar los ataques de los orcos. No era algo que zhangHERO o chenMeng pudieran lograr. Solía creer que algún día dejarían de sorprenderme sus demostraciones de habilidad. Terminé acostumbrándome a admirarlo.
Por supuesto, yo tampoco podriá haber hecho algo así.
Pero como siempre algún descuido tonto basta para arruinarlo todo. Se suponía que mi único trabajo era lanzar un hechizo, alejarme para que ningún orco me alcanzara. Lanzar otro, alejarme. Cada tanto curar a Won Lei en lugar de lanzar un hechizo. A esto se lo llama “kite”, barrilete en inglés. El enemigo te va siguiendo como un barrilete, la idea es bella. En la práctica, sin embargo, hace falta intercalar un click de movimiento entre acciones. Di uno de esos clicks en la ventana emergente de traducción que apareció de sorpresa.
Mi avatar no se movió y los orcos que me seguían me alcanzaron.
chenMeng no iba a llegar está vez a provocarlos, pero entendí lo que Won Lei quiso decirme.
Esquivé, pero el timing no era el correcto y el ataque me alcanzó.
Esperé y un segundo golpe caía sobre mí. Intenté, pero tampoco pude esquivarlo. Estaba desfasado en el tiempo.
El tercer ataque tardó en caer, pero lo esperé. No logró hacerme daño. De hecho, hubiera muerto.
El cuarto ataque tardó el triple del segundo, chenMeng ya estaba al lado mío.
Estoy seguro de que Won Lei compartió conmigo el tempo para esquivar un orco solo porque estuve a punto de morir. Hubiera preferido guardárselo para sí. Si hubiéramos estado solo nosotros dos, habría tenido por defecto el chat privado y no el de party. Creo que de igual forma el impacto que causó en el clan justificaba compartir lo que había descubierto.
Al final los cuatro logramos acompasarnos al ritmo de los ataques de los orcos, pero por muchos esbirros que matáramos no lográbamos acercanos al Orco Gigante. Solo podíamos ver a lo lejos su cabeza por sobre las flores.
Que algún programa pudiera predecir qué contenido mostrarme y que esta elección me tomara por sorpresa era algo que, incluso en ese momento, podía atribuir a mi propia ingenuidad. Pero chenMeng había utilizado la misma frase que debía yo traducir. En ese momento no pude distinguir si había sido casualidad o si era una frase muy común en China. Pensaba en eso cuando Won Lei sabiendo que estábamos ya lejos de cualquier ciudad y otros jugadores interrumpió:
Aunque hacía rato que conocía que el clan Xīngguāng era de rol, aún seguía sin entender muy bien qué era todo aquello.
Entre la diferencia idiomática real y la distancia que imponía la traducción con lo realmente dicho a veces me sentía completamente fuera de las conversaciones.
Recordé aquella vez, la primera, que con Won Lei esperábamos la emboscada de los Osos Pardos.
Aunque la situación ameritaba cierto paralelo, era completamente distinta:
Funcionó. Durante un tiempo más avanzamos sin tener que parar para recuperar vida ni maná.
Todo gracias a Won Lei.
Estoy seguro que mientras nos concentrábamos en aprovechar cada tempo para atacar o esquivar según fuera necesario pensamos los tres en lo mismo: en Won Lei. Yo sentí orgullo por mi amigo, pero por primera vez sentí también cierta sospecha. Él era demasiado bueno como para ser cierto, pero a eso ya me había acostumbrado.