Log-in
O algo así le escribí a Won Lei, el día que lo conocí, pero en ese momento sonó justo ese ringtone insoportable.
Quería explicarle que con la misma facilidad, con un solo y mágico click, se puede cambiar de apariencia o viajar de una punta a la otra del mapa, pero me limité a apretar Enter para enviar únicamente lo que ya tenía escrito y busqué el celular en el escritorio, debajo de las sábanas, incluso en mi morral. No lo encontré ni me preocupé demasiado porque había dejado de sonar.
Siempre que es importante vuelven a llamar.
Volví a mi silla. Won Lei no había contestado, esperaba inmóvil en el exacto lugar en el que había estado antes de la llamada.
Parecía recién llegado al mundo, pero no a la manera de un recién nacido. Porque aunque Won Lei contara con un complejo manejo del lenguaje, no alcanzaba a formular aún siquiera una de todas las preguntas posibles acerca del mundo de Zhōngguó II.
Por algunos segundos permanecimos quietos, el uno a la espera del otro. Preguntó, por fin, a dónde iba yo y le conté que tenía intención de atravesar el mar de esporas. Con suerte iba a poder llegar esa misma noche al puerto de Gludin a tiempo para el último barco de la semana con rumbo hacia el noroeste. Comenté que para llegar había que atravesar un bosque, pero que el resto del viaje no lo tenía muy en claro.
En ese momento de duda me di cuenta de que el celular había estado sonando de nuevo. Era importante.
Me paré y dejó de sonar.
Lo tuve que buscar. Estaba cargando en el living. Lo levanté y supe entonces (y aún hoy lo recuerdo por ser casi un número redondo) que faltaba un minuto para las cuatro.
15:59
13 mensajes NEW
El nro. 1128804492 llamo a las 15:58 Para llamarlo, presiona SEND
El nro. 1128804492 llamo a las 15:35 Para llamarlo, presiona SEND
Software update
version 9.13.11 is available
for your phone and is ready to install
Me costó creerlo, pero parecía que la nueva versión de xyOS había salido por fin.
Las aplicaciones que usaba a diario tarde o temprano iban a dejar de recibir soporte con las versiones tan atrasadas que tenían.
Si la situación se sostenía, iba a tener que comprar un celular nuevo. Específicamente uno que no sea de origen chino.
Y es que la prohibición de que software de distribución yankee se utilizara en aparatos XingYue había inutilizado por completo mi celular nuevo.
Si no fuera por la plata… La verdad era que con comunicarme con mi familia me bastaba, en especial con mi mamá. Leer algún que otro mail y escuchar música. No mucho más.
El veto estadounidense me importaba más bien poco. Y el hecho de que la disputa entre los dos países hubiera alcanzado a entrometerse en asuntos tan estúpidos hasta me daba gracia.
Pero mi espera había terminado. Quise revisar qué cambios vinieron con la nueva versión y dieron las 4.
Sin siquiera pedir permiso mi celular comenzó a instalar la actualización.
Fue en ese momento que Won Lei me envió solicitud de amistad y pude ver que era apenas nivel seis.
Si bien no es lo más importante en Zhōngguó II, resultaba imposible que un jugador como él pudiera llegar hasta el puerto sin ayuda. Daban igual las criaturas del camino. Tienen patrones de ataque fijos, basta con conocerlos para esquivarlos y contraatacar. Aunque se tenga un nivel bajo, siguiendo esta estrategia se los puede debilitar poco a poco sin recibir daño alguno y la experiencia que dan es suficiente para progresar sostenidamente al menos hasta nivel veinte.
El verdadero problema era que la pena para cualquier crimen en Zhōngguó II repercute únicamente en los avatares y no en sus personas. Le expliqué que los servidores tienen capacidad para mantener en línea una cantidad impresionante de avatares (si se busca precisión, se podría decir que el número es del orden de la población de China), que alrededor de la mitad juegan activamente y que de esa mitad un gran porcentaje se dedica a buscar ventaja a costa de otros jugadores. Siendo el robo y la estafa los métodos más comunes. Como me parecía una obviedad, y también en caso de que resultara ofensivo, no aclaré que los más vulnerables eran los que recién empezaban el juego.
A todo esto respondió únicamente que miedo de morir no tenía y que me acompañaría al menos hasta el puerto. Partimos sin demora con la esperanza de que no nos sorprenda la noche en el bosque. Supe recién entonces que Won Lei era, como la mayoría, chino. No puede dejar de fascinarme que gracias al juego podamos comunicarnos a pesar de la diferencia idiomática. Este traduce en vivo todo lo que escribimos gracias al aporte de miles de jugadores como yo que ayudan a perfeccionar el algoritmo sin más recompensa que un par de monedas del juego. Aunque estaba orgulloso de formar parte de ese sistema, no se lo conté para no sobrecargarlo de información y creo que por guardar este detalle terminé callando más de lo que debía, porque no intercambiamos muchas palabras más en este trayecto del viaje.
En todo el camino nos cruzamos con apenas dos osos pardos. Algo bastante raro, dado que por esas regiones, salvo por los jugadores, no tienen depredador alguno. Del primero me encargué yo. Esquivé la primera embestida con facilidad. Hacía mucho que no me enfrentaba a uno, pero fue fácil recordar cómo vencerlos. Me quedé esperando que se abalanzara de nuevo sobre mí. F2, F4. Cayó sin resistencia. Nada mal. Alt+Click para juntar el botín: seis huesos y un par de pieles de oso. En ese momento éramos más bien pocos los capaces de exterminar un oso pardo de un solo golpe, pero Won Lei no se asombró. No lo culpé, yo tampoco hubiera sido capaz de comprender algo así ni bien había empezado a jugar unos meses atrás.
Irónicamente, yo sí me sorprendí al verlo encargarse del segundo. La ventana que los osos pardos permiten para el contraataque es bastante predecible, pero el tiempo que dejan a la reacción es ínfimo. Teniendo tan bajo nivel tuvo que esquivar y contraatacar unas once veces, pero todas y cada una de ellas fue ejecutada con destreza. Las zarpas del oso lo alcanzaron una sola vez y ahora puedo llegar a suponer que fue a propósito. En aquel momento, lejos de toda sospecha, quedé estupefacto a causa del baile que libraron el oso y Won Lei.
Avanzamos durante tres cuartos de hora sin ver una sola bestia más. El pasto estaba manchado por aquí y por allá de huesos y pieles de osos que Won Lei no quiso recoger. Quizás, como yo, sabía que corríamos el riesgo de ser emboscados. O sería mejor decir: sabía que una emboscada era inminente. Sin duda algún grupo de jugadores experimentados había atravesado el bosque en la misma dirección que nosotros y había exterminado todos esos animales sin asco. Decidí que lo mejor era avanzar hasta el próximo páramo y descansar. De esa manera podríamos evitar que la espesura del bosque ocultara a los cazadores hasta el último segundo.
En cuanto llegamos encendí una fogata para recuperar vida y compartí un poco de pan que llevaba en el bolso.
En ese momento en el que esperábamos ser atacados, sentí que tenía a Won Lei a cargo. Intranquilo no estaba.
No tenía razón en todo esto. Desconectarnos no era solo lo más inteligente, sino que nos salvaría con toda seguridad. Desde el interior del bosque era imposible divisar el puerto, pero estábamos cerca. Morir implicaba reaparecer en la última ciudad que hayamos visitado, seguramente lejos de Won Lei.
Para nivel seis ya debería haber pasado por la ciudad inicial y al menos una distinta camino aquí. Pero no es extraño que un novato se pierda y termine en lugares como este sin haber pasado nunca por un pueblo aunque sea para aprender nuevas habilidades.
El panorama era claro: teníamos todo en contra. Principalmente su obstinación por permanecer en línea, pero, como dije antes, lejos de estar preocupado, me sentía tranquilo. Tranquilo como se dice tranquilo no. Mejor dicho, me encontraba concentrado en Zhōngguó II. Estaba atento a que reapareciera al menos un oso pardo para tratar de inducir en qué momento y en qué dirección habían pasado por aquí los otros, estaba preparado para pararme y lanzar un escudo. Estaba, por sobre todo, mirando que la fogata no se apague y, detrás de esta, todo aquello a lo que Won Lei le daba la espalda. De allí, de aquello que Won Lei ignoraba podía yo defenderlo y, seguramente, sorprenderlo con mi habilidad.
No supe responder. Porque es cierto que no tenía ninguna repercusión. Lo mismo podía decirse de robar en Zhōngguó II. Es interesante mencionar que, a pesar de estar bloqueado en China, desde que el uso de Facebook lo hizo masivo en la década del 2000, las personas comenzaron a usar datos personales para la creación de avatares en casi todas las plataformas virtuales. Desde sus nombres reales hasta fotos de ellos mismos. Aún así, como lo dije antes: la pena para cualquier crimen en Zhōngguó II repercute únicamente en los avatares y no en sus personas. A mí esto me parece perfecto.
Por lo que en ese sentido, también pensaba como él. Ser atacados y morir apenas tenía resultados distintos a resistirse y vencerlos. Perderíamos un poco de experiencia. Cargaríamos un par de monedas menos en nuestros bolsos. Tendríamos que volver a recorrer los caminos que habíamos recorrido hasta cruzarnos. Pero el resto se mantendría igual. Me acordé del celular y, aunque no estaba sonando, me acordé también de aquel sonido horrible.
Los primeros osos pardos empezaron a aparecer. Si no me equivoco, el tiempo que pasa desde que mueren hasta que se carga una nueva copia del oso pardo es de unos veintisiete minutos. Para ser enemigos tan débiles es mucho tiempo, pero los cierto es que la región está plagada de ellos. Una matanza de esta extensión no es frecuente. Pero fueron apareciendo uno a uno con un intervalo entre apariciones tan pequeño que era como si hubieran acabado con todos prácticamente a la vez.
Como si lo hubiera predicho Won Lei dijo:
Y se desconectó.
No necesité conjurar ningún escudo. Esquivé la primer embestida y con la misma espada que había atravesado un oso pardo antes atravesé al primero de esta nueva oleada. Demostraron una hostilidad voraz. Acaso veían en mi silueta la de aquellos o aquel que habían exterminado sus copias veintisiete minutos atrás.
El patrón era siempre el mismo, no tuve problemas con eso. Tampoco estaba cansado. Tenía más de veinte minutos hasta que volviera a aparecer el primero. No intenté contar cuántos eran porque no había caso y porque el número se reducía rápidamente. Una estocada equivalía a una baja y el piso se plagó de pieles y huesos flotando. El ligero destello que emiten los objetos que sueltan enemigos al morir tiene como objetivo la visibilidad de las recompensas para su rápido reconocimiento y posterior apropiación. Sin embargo, ahora el brillo parecía ir perlando como salpicaduras la sombra de los árboles que se cerraban sobre el páramo.
Acaso fue esta combinación arbitraria de variables sin importancia que ahora cobraban sentido para mí y solo para mí o fue Won Lei mismo y no sus palabras ni su coraje ni su resolución, pero dejé de esquivar los golpes de los osos. No dejé de lanzar los míos primero al aire, al ficticio aire, y luego a los osos pardos. Al único oso pardo programado. A las copias del mismo. O a todos los osos pardos como abstracción.
Aunque no me hacían demasiado daño mi vida fue bajando a un ritmo más o menos sostenido. Mi avatar echaba el cuerpo hacia atrás dolorido y, aunque no fuera demasiado perceptible, la pantalla se teñía un milisegundo de rojo.
Me masajeé un poco las piernas, ya estaba lejos la pantalla. Desde el living, lo veía reflejado en las paredes.
Metálico, como se escuchan los auriculares desde lejos, escuchaba a mi avatar chillar y solo con eso pude ver claramente en mis pensamientos la animación de mi avatar echando el cuerpo hacia atrás adolorido.
El celular ya había actualizado. Noté cierto hormigueo en mi cuerpo.
Deslicé hacia arriba y revisé la cascada:
17:56
27 mensajes NEW.
El nro. 1128804492 llamo a las 15:58 Para llamarlo, presiona SEND
El nro. 1128804492 llamo a las 15:35 Para llamarlo, presiona SEND
20 apps updated
4 updates available
Set up your cloud
Federico L. publicó en Mafia: LA VENGANZA
Hoy tienes recuerdos con Francisco S. para rememorar.
A Nikita G. le gusta tu comentario:
“Ana C. Vos lo dijiste “no está…”
Ana C. también comentó su foto.
Ander P. y 47 personas más reaccionaron a tu publicación: “Mis épocas…”
Al parecer había recuperado aplicaciones viejas que hacía rato no usaba.
Lo único destacable de todo aquello eran los mensajes de mi madre:
Pasamos con tu padre a las 6
Poné una olla de dos tazas
15:19
Y tu papá quiere cenar a esa hora
Como hacíamos en casa
No cuando debés comer con vos cuando cortás con los jueguitos
ja ja ja
15:21
Era broma lo de los jueguitos eh
Ya sabés
Lo cargo a tu papá
15:24
Leíste?
**Llamada perdida**
15:35
Bueno, vamos a pasar.
**Llamada perdida**
15:58
Más te vale que hayas lo hayas puesto.
Es poner dos tazas y apretar un botón.
16:22
Tengo que ir yo a ponerla?!
17:56
El sonido fue inconfundible. Volví corriendo a mi habitación.
Mi avatar se había desplomado en el suelo.