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Miembro PREMIUM

Nunca imaginé que las publicidades al costado de las páginas por las que navegamos podrían solucionarle a uno la vida. Bueno, sería mejor decir que pueden solucionarle a uno algún conflicto puntual que representa gran malestar, o cualquier porquería del estilo. En definitiva, a mí sí me salvó, al menos una, de un gran dolor de espalda producto de las horas en la oficina.

Cabe aclarar que nunca fui de esas personas que se resienten con el mínimo padecimiento. Gimnasio para fortalecer los músculos de la baja espalda, docenas de tutoriales de YouTube para la buena postura de trabajo, vacaciones, masajes una vez por semana, analgésicos legales e ilegales, masajes dos veces por semana, fisioterapia, masajes dos veces por día, homeopatía, corte de pelo radical, visita a un dermatólogo, una app dudosa para el celular que vibra durante la noche según tu cronograma de sueño regular. En definitiva: todo. Bueno, todo no. Falta, por supuesto, la solución de la que hablaba.

Como es habitual, frente a grandes fuentes de estrés como un trabajo a entregar, decidí sucumbir a la pornografía en modo incógnito. En general, un breve descanso de unos 32 segundos promedio basta. “¿Sufrís de dolor de espalda?”, preguntaba un banner publicitario al costado de mi video. “Consulta médica gratuita”, “Hacé click ACÁ”. Era un jueves, el jueves anterior a una dead line. “Es jueves”, pensé, “Es el jueves anterior a una dead line. Mañana después de terminar la entrega, me fijo”. Pero no me fijé. Lo que ocurre es que, o lo que ocurría, mejor dicho, era que las ráfagas de dolor llegaban sin aviso previo. La columna se arquea, arqueaba, como si estuviera enlazada a un arco en tensión de forma que trae un dolor sorpresivo y letal. Era ilógico que existiera una solución mágica capaz de atacar la raíz del problema y, además, un alivio sintomático no iba a bastar para ayudarme a llegar a terminar la entrega. Pero al mismo tiempo, por distraerme un solo segundo y pensar en eso, decidí postergar la masturbación.

Dos semanas después me enfrenté a una situación similar. Me dolía la espalda y estaba trabajando en la computadora, bueno, trabajando como se dice trabajar, no. Era uno de mis “descancitos”. El mismo anuncio apareció en mi pantalla: “¿Sufrís de dolor de espalda? Consulta médica gratuita. Hacé click ACÁ”. Hice click sin dudarlo. Un nuevo botón apareció en pantalla: “Quiero saber cómo solucionar mi dolor de espalda”. Hice click de nuevo.

“No podemos contarte cómo, no eres miembro PREMIUM”, decía ahora.

Hice un click en “volverse miembro PREMIUM” y si bien la primera consulta era gratuita, tenía que poner los datos de mi tarjeta de crédito. Entendí enseguida la estafa. Debí alejarme, esta vez contra mi voluntad. Y lo hice.

Aún así, durante las siguientes semanas el dolor lumbar había ido creciendo proporcional a mi ansiedad. La única solución que no había probado tardaba en presentarse una tercera vez y por culpa del modo incógnito no había retenido el link ninguna de las dos veces anteriores.

Quedaba únicamente visitar una y otra vez la misma fuente de videos. Y, por suerte, en la mitad de mis rutinas sagradas para mitigar el dolor algún movimiento ya memorizado me aburría o quizás realmente estaba interesado en ver qué publicidad decidía mostrarme el sitio web y desviaba la mirada hacia el banner al costado del videíto. Las siguientes fueron tentativas comunes:

  • ¿Cansado de jugar solo?
  • ¿No sabés por qué tu gatito vomita tanto?
  • No vas a durar 32 segundos en este juego
  • Aumenta el tamaño con este ejercicio que ningún médico quiere que sepas
  • Trabaje desde casa y gane más
  • ¡Aprende a invertir en la bolsa en 20 minutos!
  • Mujeres casadas en tu zona que quieren ser infieles

Ninguna de ellas me interesaba demasiado, además de la del estiramiento del miembro, y el anuncio que yo buscaba tardaba en volver a presentarse. Pero a fuerza de insistencia y ejercicio volvió a aparecer. Bajo el frenesí propio a estar enfrente de lo que uno quiere y la negativa ya conocida que versaba “No podemos contarte cómo, no eres miembro PREMIUM”, hice por fin, de nuevo, click en “volverse miembro PREMIUM”.

Ingresé los datos de mi tarjeta de crédito y recibí un mensaje de bienvenida: “Felicitaciones. Eres ahora un miembro PREMIUM. Podemos contarte cómo después de rellenar el siguiente formulario para conocerte mejor”.

Completamente entregado recibí con los brazos abiertos un requisito extra tan sencillo como completar un formulario. Durante quince minutos respondí las siguientes preguntas: ¿Correo Electrónico? ¿Edad? ¿Nacionalidad? ¿Grupo Sanguíneo? ¿Formato de horario digital de 12 o 24 horas? ¿Sprite o 7Up? ¿Apellido del mejor amigo de la infancia de tu abuela materna? ¿Luna en Virgo o Júpiter en Géminis? ¿Grupo musical de Country favorito?

Finalmente la pantalla anunciaba: “ÚLTIMA PREGUNTA” y, aunque no era una pregunta, era también simple. Había que marcar: “He leído y acepto los términos y condiciones de uso”. Marqué y di click a siguiente. Estaba aliviado de haber terminado.

La pantalla mostraba la solución al dolor de la baja espalda. Pero no puedo contártela, porque no sos un miembro PREMIUM.