Solo
Expedición por el centro de Shànghǎi
Había quedado en que yo iba a salir solo por mi cuenta para que mi papá descansara un día más. Discutí con Ana a la mañana. No soportaba, ella, la distancia. O mejor dicho, la manera en la que estuvimos pudiendo llevarla. Pero yo sentía que estaba echándome la culpa y además siendo poco comprensiva. Me mantuve firme porque creía tener razón. Aún lo creo.
Aún así, ella es muy buena conmigo y aunque siempre intente hacer lo más posible por el “nosotros”, sé que puede hacer más.
Estuve hablando con ella por lo que postergué mucho mi salida. Fuimos hasta el subte con mi papá y tomamos la línea 9. Él hacia la estación de trenes de Sōngjiāng (松江区) y yo hacia el centro de Shànghǎi (上海).
Mi mamá y Ana me acompañaron en el viaje, aunque yo me sentí más acompañándolas a ellas.
Llegué en subte al Parque del pueblo, Rénmín Gōngyuán (人民公园). Paseé un poco por el parque entre miradas y cierto apuro. Eran casi las 13hs y yo a las 16hs tenía que estar volviendo. Mi objetivo principal era visitar una librería grande bastante famosa en Shànghǎi (上海).
Encontré enseguida la manera de ir y fui.
Ya desde afuera se veía bastante grande. Mi papá me advitió que estaba por quedar sin Wifi, pero yo igual llegué a mandarle mis pasos hasta llegar a la librería.
Una vez librado de mi preocupación por la preocupación ajena (y también de mi orgullo) entré a la librería. Tenía 7 pisos que registré con cierta contradicción:
- no entendía una sola palabra
- estaba sumamente interesado por lo que escribían y leían los chinos
Revisé qué autores en español leían. Me alegró haber encontrado prácticamente completa la obra de Gabriel García Márquez. También encontré un libro de The Minimalists. Me puso algo triste haber encontrado muchísimos libros de Banana Yoshimoto y Haruki Murakami, pero ninguno de Natsume Sōseki ni de Akutagawa.
Tenían un piso dedicado a libros sobre arte.
Tenían uno con libros para aprender chino, pero no pude encontrarlo. Me animé a preguntarlo.
¿Qué sentido tenía salir solo si dependía todavía de otros?
Me mostraron la sección, pero irónicamente había aprendido más chino en el viaje que lo que creía poder aprender de un libro.
Al final, me sentí realizado y me fui.
Deambulé hasta llegar a la Níngbō (Níngbōlù 宁波路). Saber que había estado ahí hace unos días me deprimía, ¿pensarían mi papá y mis tíos que era un desperdicio visitar dos veces el mismo lugar? Además, lo estaría haciendo por cuenta propia e incluso en el único día que tenía para deambular solo.
En el peor de los casos, mentiría. Diría que pasé las tres horas en la librería, aunque en realidad había estado allí menos de 1 hora.
Por otro lado, uno más difícil de explicar o confesar, me llenaba de emoción volver a ese lugar privado en el que habían vivido mi papá con sus hermanos y mis abuelos. Además, volver a comer en el mismo lugar que ellos, pero solo.
Volví al Wàitān, la vista imponente de Pǔdōng. Recorrí un buen tramo de Níngbōlù, pero lamentablemente en dirección contraria.
Recordé clases de literatura. Ese día en el que visité las viviendas de 120 long me había confundido en la narración por no poder ordenarla bien. No pude narrarla, (luego/por eso) no pude volver.
Sabía, por un comentario de mi papá que su antigua casa daba a Níngbōlù y a Běijīnglù (北京路) pero el mapa me revelaría que ambas eran paralelas y que lo que mi papá había querido decirme, que yo no entendí, es que el complejo tenía una salida por una calle y otra por la otra.
Por ello, podía estar entre ambas en cualquier parte de ellas.
En cuanto me aburrí de Níngbōlù pasé a Běijīnglù. Recorrí un montón de ella. Demostraba cierta pobreza, la calle estaba llena de ferreterías y otros locales moribundos, ahí nomás de Wàitān.
Todos ellos de dueños millonarios que se negarían a cobrar una fortuna a cambio del terreno.
Hasta entonces serían millonarios llevando vida de mendigos.
Llegué a calles que ya había recorrido con mis tíos. Llegué escapándome de ellas a otras más.
Volví a Wàitān, al centro mismo en el que había visto por primera vez el río en el que nadaba mi papá.
Entonces, después de entender que no había estado sino alejándome del lugar en el que había almorzado otro día, decidí alejarme aún más y caminar hacia otro lado.
Para ese lado solo encontré edificios enorme de bancos. Me cansé, también, de ellos. Les tomé las fotos que quería. Mi objetivo era conseguir pruebas de la convivencia entre la imagen pública de China y la pobreza o humildad en la que se veían sumidas otras personas.
A unos 100 metros encontré unas casas viejísimas con ropa colgando de las ventanas para secarse. Algo que a mí me parecía bello, pero que para los chinos parece ser estéticamente espantoso.
200 metros más adelante torres enormes de vidrio.
100 más: ansiedad.
Había encontrado un lugar en el que se me antojaba comer. Estuve a punto de dejarme llevar e irme. Miré hacia adentro, quería asegurarme.
Entré.
Una pareja y un chico hacían fila para pedir. Detrás de un mostrador una mujer tomaba los pedidos. Detrás de ella las tablitas con los platos y los precios. Observé cómo pedían los anteriores. Al parecer me alcanzó para confirmar este sistema:
-
la gente pide
-
la mujer recibe los pedidos
-
una pantalla vieja los muestra
-
el cliente confirma y abona
-
se le entrega un identificador con el que se va a las mesas
-
hipotéticamente allí le entregan la comida sin que hay que pasarla a buscar (a confirmar)
Cuando me tocó a mí fue más o menos así:
Ella: Nǐ hǎo.
Yo: Nǐ hǎo. Liǎng fèn xiǎolóngbāo.
Ella: Liǎng fèn xiǎolóngbāo. Shí bā yuán.
Entregué el dinero nervioso por lo que acababa de pasar. Recibí mi vuelto y me fui a sentar rápido en un lugar sin siquiera dar las gracias, pero siendo consciente de que no las había dado.
Detrás mío en una mesa había una chica tomando una siesta. A un lado otra chica se había sentado con el chico que había estado solo en la fila.
Era muy linda. Me hubiera gustado poder hablar con alguien y aliviar tensión.
No podía, todavía, estar tranquilo hasta que les trajeran la comida al resto. ¿Qué iba a hacer si había que ir a buscarlas?
Al final, a ellos se la trajeron. Y, aunque tardaron proporcionalmente más, a mí también. Comí sin la campera puesta. Estaba rico.
No pregunté si había o no baño, pero me había fijado bien y no lo había encontrado si es que había.
Reflexioné sobre lo que había hecho en lo que iba del día.
Me di cuenta de que se me acababa la batería del celular que usaba de zona WiFi.
Tanto hambre no tenía por lo que me demoré en comer los tres últimos mucho más que los tres primeros y en cuanto terminé de tragar el último me paré y me fui.
Ahora me quedaba un último reto: encontrar un baño.
Encontré uno en una especie de hall enorme que parecía ser solo la entrada a un shopping. Yo hice lo mío y salí. Para entonces ya me había quedado sin mapa y sin internet.
Encontré un lugar de jugos. Pregunté si sabían hablar inglés. Ni la chica de la caja ni el chico que se encargaba de los pedidos sabían. Usé un menú bilingüe para pedir. Estábamos los tres nerviosos. La chica era muy linda. Me cobró. Pero a quien no pude olvidar es al chico. Preparó mi juego y con mucho cuidado pegó una cuchara de plástico al vaso. Además, me explicó cómo usar un taponcito y la tapa.
Yo le agradecí, pero lo ignoré un poco porque no entendía lo que quería decirme o, mejor dicho, quería irme.
Aún así, realmente recuerdo el tiempo que se tomó en preparar mi bebida.
Me senté en un banco y lo tomé. Induje el mecanismo para nada complicado que habían intentado explicarme.
Una vez me terminé el jugo caminé mientras comía las frutas de adentro. Pensé en quedarme el envase, pero al final lo tiré.
Entré a dos librerías más:
-
una de libros extranjeros en las que solo me concentré en la parte de anime
-
otra de artículos de librería
Me quedaban 15 minutos para las 16hs, así que rematé el tiempo en un shopping de muchos pisos y un subsuelo.
Sé que alteré el orden un poco. Corrijo para no construir falsos recuerdos:
-
almuerzo
-
librerías por calles desconocidas
-
jugo ya en la calle de la librería que había visitado al principio
-
baño
-
shopping al final de la librería
Del viaje de vuelta en subte destaco a un hombre que miraba una partida profesional de League of Legends. Mi intento de ser cool. El tomarme por desconocimiento el tren de la línea 9 que para en Shéshān (佘山). Tomé la línea 8 del colectivo junto con un montón de personas. Lo llenamos, mucha gente subió por el medio.
Además, vi algo hermoso. Se pasaron de mano en mano tarjetas del transporte y monedas hasta la parte delantera del colectivo. Pasaron por enfrente mío. Después volvieron las tarjetas a sus dueños. Nadie subía sin pagar.
Esto ocurrió varias veces en lo que duró el viaje. Me permití formar parte de la cadena todo lo posible. Se sintió bien.
En los entretiempos trataba de prepararme para el peor caso: tener que abrirme paso pidiendo permiso para bajar. Traté de buscar un modo en una app que no usa internet. Pero como bajarse en inglés es get off, una frase verbal, dudaba. Mi último recurso fue memorizar lo que una señora repitió al bajar.
Si ella había estado diciendo: “córranse mierdas”, también yo lo diría si me permitía no pasarme. Al final se desocupó, bajé y no tuve problemas en llegar.
Sí los tuve al llegar.
Acaso el único problema del día.
Eran ya las 17:55. Estaba oscuro. Hacía mucho frío. No tenía llaves para entrar al edificio. No tenía tampoco ganas de correr riesgos y tocar. Temía que seguridad viniese, me sacase del lugar y sin celular no pudiera avisar dónde estaba.
No me quedaba otra que esperar a que alguien viniera.
Un rato después llegó una señora pequeña.
Yo: Xiǎojiě (?), qǐngwèn. Nǐ huì shuō Yīngwén ma?
No hablaba inglés.
Yo: Wǒ qù wǔ céng.
Lo que temí desde el comienzo de la conversación pasó. Expliqué que quería ir al piso cinco y ella comenzó a preguntarme cosas que no entendí.
Yo: Wǒ niángniang (tía en pǔtōnghuà) zài wǔ céng.
"Mi tía está en el piso 5".
Yo: Wǒ shì Āgēntíng rén.
"Soy Argentino".
Ella intentaba hablarme cada vez más, me señalaba el portero. Yo no sabía cómo explicarle nada y temía que el portero fuese para hablar con seguridad.
Al final abrió la puerta. No quise aprovecharme de su confianza.
"Méiguānxi, méiguānxi" le repetía triste, no por primera vez.
Atrás mío venía mi tía. Le expliqué la situación y habló con la vecina.
Nos reímos los tres. Como mucho habré estado 10 minutos afuera.
Compartí con mi familia la cena y lo que había hecho en el día. Se alegraban de hazañas que yo consideraba pequeñas, pero que sabía que ellos no. Creo que ese día comí 2 bowls de arroz.
(Comentario Lunes 11 madrugada1: viendo el largo de los ocho días que escribí me doy cuenta de que voy a llenar el cuaderno!!! qué alegría!!! tengo que ir buscando otro)
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2017/12/11, momento en que escribí esta entrada ↩