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En el Lago Oeste de Hángzhōu

2017/12/05
Lago Oeste de Hángzhōu


Desayunamos en el hotel Milán. Yo hablé por teléfono con Ana.

Ahora sí visitamos el Lago Oeste de Hángzhōu (杭州西湖).

Tomamos un barco a la isla de las tres pagodas.

Es una isla con forma del carater de tierra (田) que refleja en sus charcos interiores la lunas y las estrellas creando una bella vista.

Recorrimos la isla y de ahí tomamos un barco para ver una torre. Tuvimos que caminar un poco. Mi papá preguntó por todos lados cómo llegar. Encima le dolía mucho la panza. Al final llegamos. Yo estaba preocupado. Pero igual quiso seguir. Se subía por escaleras automáticas hasta la base de la torre. Y desde ahí por el ascensor hasta el 4F. Subimos hasta el último piso por escaleras.

Yo creo que mi papá ya no aguantaba más.

Igual aguantó. Desde arriba se podía ver una gran parte de Hángzhōu, pero, además, había en la distancia de la vista cierto dejo terrible de finitud.

“¿Te dan miedo las alturas?” le pregunté a mi papá mientras pensaba que algún día se iba a morir, pero que me había llevado en un viaje con él por segunda vez.

“Sí, pero después se concomplá”.

Bajamos. Él se quedó sentado y yo fui a mear. Nos quedamos sentados un rato. Al final nos levantamos. Yo estaba profundamente agradecido.

No recuerdo exactamente en qué momento lo dijo, pero creo que cuando bajamos a la sala en la que había relieves en madera contando la historia de Báishé chuán (白蛇傳) dijo:

—Si se suicida alguien, ya va a haber mucho problema.

Mi papá, aunque estaba mal de la panza, quería llevarme a un restorán con vista al río llamado Lóu wài lóu (楼外楼).

Fuimos en colectivo y después tuvimos que caminar un montón para llegar. Mi papá preguntó varias veces cómo llegar.

Siendo sincero, como tampoco entiendo qué indicaciones le dan, no puedo echarle la culpa.

Aparentemente había que seguir caminando y después doblar a la derecha. Pero quizás no le habían dicho qué derecha y por eso cada vez que se podía seguir caminando o doblar, tenía que volver a preguntar.

En el camino entré a un jardín enorme mientras mi papá descansaba en la entrada.

Almorcé en Lóu wài lóu, mi papá no. Tan solo probó el pescado.

Había en el restorán 3 platos famosos:

  • el pescado que comí

  • un pollo con carne

  • dōng pō ròu

Comí el pescado con arroz y tomando té.

No conseguimos una mesa junto a la ventana, pero igual se podía ver el lago. La carne era muy suave y el vinagre le daba un gusto especial.

Comí tranquilo con la esperanza de que mi padre tuviera algo de paz. No sé de qué hablamos, pero ahí, entregado al placer del alimento (que además no era para nada barato), sentí otra vez la sensibilidad de mi papá.

La vuelta fue incluso más complicada. Pero en el camino entré al museo de una antigua biblioteca que era una de las 7 encargadas de guardar antiguas historias chinas. Es la única aún en pie.

Otra vez, como el parque, me quedó a mitad de camino en cuanto se quebró el equilibrio de las ganas de recorrer y mi preocupación por la salud de mi papá.

Fuimos en subte a recorrer otra vez calles comerciales y al final fuimos también en subte a la estación de tren.

Esta vez mi papá durmió en el viaje y yo jugueteé en el Kindle sin decidirme a leer nada.

Llegamos a Sōngjiāng qū (松江区) y nos costó conseguir un taxi. Así que esperamos el colectivo.

Cenamos con mis tíos. Logré conectar el celular al wifi milagrosamente y me fui a dormir.


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