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Familia

2017/12/03
Níngbō


Desayunamos en el comedor del primer hotel.



Después fuimos al monte.

Yo llevé las cenizas de mi abuelo. Subimos entre cañas de bambú. Al llegar arriba podíamos ver, entre mucho verde, una porción del pueblo del que veníamos.

Un piso entero ahí arriba tiene las tumbas de mis parientes. Hay una por pareja. Se carvan los nombres en piedra y una vez muere la persona se pintan de negro. Excepto el nombre familiar. Subiendo entre el bambú no pude evitar pensar en el tiempo presente. Ninguna de las personas se veía triste. Probablemente juzgarlo en ese parámetro no es buena idea. ¿Cuál entonces?



Ahí arriba vi cierta expresión del trabajo, del movimiento. Aunque era un domingo, subimos. Ahí arriba preparamos un pequeño altar en una mesa de piedra. Se abrió una puerta y realizamos un ritual. A la par se preparaba cemento. Prendimos fuego “dinero”. Y mi abuelo se quedó en su nueva casa.

La puerta se selló con el cemento. Comimos la fruta. El resto lo recogimos y emprendimos la vuelta.



Pero antes de terminar de bajar saltamos un arroyito y, entre el bambú, visitamos los abuelos de mi abuelo. Sólo quedaron las tablas de las tumbas. El resto fue destruido durante la revolución cultural.


Ahí encerrados, mediante una app me dijeron un par de cosas mal traducidas al español.

“Ahora vamos al 1000 ritmo”. Fue gracioso. Sentí que eran mi familia. Son mi familia. Acaso entendí el significado de la palabra.

Tener que viajar a la otra punta del mapa, subir un monte y hacer cosas raras…



Me llevaron a dos museos. La historia de Cíchéng (慈城) y Níngbō (宁波) es muy antigua. Se remonta milenios atrás. Ni siquiera me pude figurar un milenio. Mi papá vio en 30 años demasiados cambios en Níngbō. Los cambios fueron hechos en 10 años. Y para mí esta nueva realidad se iba construyendo segundo a segundo a medida que la descubría.



Después fuimos a comer con la familia. También compartimos la mesa con tres obreros que ayudaron al ritual (a uno de ellos no lo reconocía).

Comí envuelto en mis pensamientos. Trataba cada tanto de disfrutar de la experiencia sensible.

Otra vez mi tía Isabel me decía que la comida no era la mejor y que en Shànghǎi (上海市) me iba a llevar a comer rico. A mí que la comida me había gustado me costaba entender qué tenía de malo. No me es posible distinguir si se trata de una expresión formal o si es verdadero y sincero.

Por lo pronto el proceder del comer oriental me parece de lo más propio:

  • agua, té, vino. Casi nadie toma gaseosa

  • muchas verduras (y no precisamente las más deliciosas—a vos te miro, papá—, sino otras más especiales y por ello igualmente deliciosas)

  • pescado

  • muchísima variedad y también orden


Al salir del restorán fantaseé con que me preguntaran qué comida me gustaba más. Me imaginé contestando de una manera que asocio a china, aunque dudo que alguien conteste así.

—Los jazmines y los claveles son ambos preciosos a su manera.


De allí fuimos al templo budista.

8 monjes cantaron por 180 yuanes.

Cada tanto hacíamos las reverencias y cambiaba el ritmo de su canto. Había que juntar las palmas o apoyar los dedos sobre los de la otra mano haciendo un cuenco.

Recién al final entendí (es una sospecha) que el acto terminó con la finalización del incienso y acaso este se encontraba fraccionado mentalmente por los monjes que sabían cuándo correspondía cambiar la postura de las manos o el tono de la voz.




De allí fuimos al nuevo hotel, en auto. Al centro de Níngbō. Hablé con mi papá. No sé bien de qué. Del viaje, de China, de la política argentina.

Después él durmió una hora y yo leí.

Respecto a mi lectura: Natsume Sōseki - Daisuke (それから).

No pude parar de deslumbrarme.

Fue una lectura que realmente se encontraba en fase con mi cabeza. Me gustaría poder hablar de ella, reseñarla, porque también formó parte del viaje.

Sí pensé, es tarde, en lugar de dormir, que ahí en vacaciones leer sí era algo que estaba haciendo con mucho placer.


Fuimos en subte a la estación de tren de Níngbō. Tenía dos salidas N—S. Aparentemente habíamos salido por la más pequeña. Pequeña relativamente, no quiero imaginarme lo grande que sería la otra.


Caminamos hasta un restorán. Era muy temprano. Esperamos al resto. En el 1er piso (PB) se exhibían animales marinos vivos. ¿Habrá sido la primera vez que vi una mantis shrimp? No lo voy a saber. La pecera tenía el nombre en chino.

  • mantarrayas

  • tortugas marinas

  • pulpitos

  • peces, medios peces, medio pescados, mitades con órganos internos aún funcionando


Durante la cena me vi envuelto en una contienda con el tío de mi papá. Vino blanco de arroz. 52-55% vol. de alcohol.

Me sirvió una copa entera. Llena. Se llenó una para él también. Para mi papá sirvió solo media copa.

Le dije a mi tía Isabel que el agua tenía olor raro. Se horrorizó.

Por supuesto llevé a cabo una estrategia, la usual, la común, la de todos.

Tomé casi tres copas. No llegamos a tomar tres. Pero tomé lo mismo que él. Me dijeron que era muy fuerte. Parecía que no me había hecho nada.

Volvimos caminando de noche por las calles de Níngbō.

Caí dormido al instante.


El Lunes 4 de Diciembre agregué a esta entrada que cuando vinieron a buscarnos para desayunar mi tío y mi papá parados frente a un cuadro discutían y lo señalaban cada tanto. Me emocioné y fui a ver. Hablaban de una fisura en la pared.


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